La Leyenda de Amancay
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La Leyenda de Amancay
Esta es una adaptacion de una historia Mapuche (un pueblo originario de la Patagonia Argentina) que hise para un concurso de literatura el año pasado..pero igual tube que inventar bastantes cosas como para que cuipiera en 2 hojas Word XP
espero que les guste
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La leyenda de Amancay
En la margen derecha del río el Manso vivía Quintral, el hijo de un cacique. Era un joven alto de unos 18 años. Tenía unos ojos azules grisáceos, tan oscuros como la piedra del Cerro Tronador, y un brillo que demostraba valentía; su cabello negro era como la tierra más fértil de la zona.
Un día, cuando estaba remontando el río Manso, vio a una hermosa joven llamada Amancay, cuyo cabello caía con una gracia sobre sus hombros; sus ojos eran del mismo color azul que el lago y su cuerpo era tan hermoso que Quintral pensó que era una diosa y se enamoró perdidamente de ella.
Amancay, al verlo, también quedó enamorada de él pero ella sabía que su amor era imposible porque ella provenía de una familia pobre. Vivía en un pequeño toldo junto con dos hermanos, tres hermanas y sus padres y subsistían gracias a sus cultivos y a los animales de que proporcionaban sus hermanos.
Una mañana Amancay fue a buscar agua al río. Cuando miró su reflejo en el agua tuvo una visión: una gran guerra en la aldea de Quintral y que uno de los enemigos le clavaba una flecha en la pierna a su amado. La joven corrió hacia su casa, tomó unas provisiones y se dirigió a la aldea de los Vuriloches. Cuando llegó, vio toda la aldea destruida y quemada y comenzó a buscar entre todos los cuerpo de los muertos y de los heridos. Después de un largo rato encontró a su muy amado Quintral. Al verlo se dio cuenta de que estaba gravemente herido en la pierna derecha; se recostó sobre su pecho y comenzó a llorar largamente..
Amancay estaba tan triste, que salió corriendo hacia bosque deseando que su vida terminara. Ya había caído la noche. Estaba muy oscuro porque la luna salía muy tarde y sólo podía ver con la luz de las estrellas. Los animales nocturnos salían a comer, los árboles parecían personas y el viento los movía como si estuvieran vivos. La muchacha estaba aterrada porque existía la creencia de que por las noches los espíritus salían a merodear por el bosque. Amancay estaba a punto de llegar a un claro cuando una lechuza, de un color grisáceo con manchas más oscuras en la panza, le pasó por encima de la cabeza. Decidió entonces quedarse en el claro a esperar su muerte para poder encontrarse con su amado Quintral. Amancay se aterrorizó al ver un par de ojos amarillentos, tan grandes como dos canicas. La joven y el animal, que salió de entre las sombras, estuvieron un rato mirándose. Recién entonces Amancay lo pudo ver bien y resultó ser un puma, de patas y cuerpo flacos. En ese momento Amancay pensó que su vida había llegado a su fin; estaba tan aterrada, que puso su cabeza entre los brazos y esperó pacientemente hasta que el puma atacara. Pero algo extraño pasó: cuando levantó la cabeza vio cómo del puma salía una nube de humo color púrpura. No podía dejar de mirar el misterioso humo que rodeaba al animal que, cuando se desvaneció por completo, le permitió observar que el puma se había transformado en una anciana de unos noventa años, con su cara arrugada que mostraba una pequeña sonrisa. Esto hizo que Amancay se sintiera segura, mientras trataba de comprender lo sucedido. En ese momento la anciana le dijo:
- Si quieres salvar al hijo del cacique de los Vuriloches, debes ir a la cima del cerro Tronador en busca de una rara flor que sólo crece en ese lugar.
- Está bien. Iré en busca de esa flor- dijo decidida la joven-
Amancay le agradeció a la anciana su ayuda y decidió quedarse a dormir en el claro para salir a primera hora mañana. Cuando amaneció, fue a buscar frutas y emprendió el duro viaje hacia el cerro Tronador. Luego de tres días y tres noches, sólo había recorrido la mitad del trayecto. En ese lugar abundaban las lagartijas y los pájaros, los árboles eran altos y la declinación del cerro era cada vez más empinada. Era el medio día cuando desde el costado del camino apareció una lagartija gigante. Medía tres metros desde la cabeza a la cola y sus escamas brillaban como el arco iris cuando los rayos de luz que atravesaban los árboles
la iluminaban. Amancay quedó en shock, tardo quince segundos en reaccionar y cuando finalmente lo logró, se le ocurrió hacer unas riendas con una rama y la soga que tenía atada en su cintura. Tardó un buen rato en conseguirlo pero al hacerlo se montó sobre ella y la utilizó de caballo hasta que llegó a la punta de la montaña. Cuando llegó, saltó de la lagartija, la que se fue rápidamente hacia el bosque.
La muchacha se dedicó a buscar la extraña flor. Al llegar a la cima encontró, al pie de una cascada, la preciada flor. Cuando estaba a punto de marcharse, miró hacia arriba y vio una extraña silueta sobre ella. La silueta bajaba formando círculos y cuando descendió y la tuvo a su alcance, Amancay descubrió que era un enorme cóndor de ocho metros de ancho entre sus alas, era completamente negro, a excepción de un collar blanco en el cuello y algunas líneas en sus alas, sus ojos de color rojo y amarillo como el fuego y tenía una mirada tan aterradora que la niña quedó paralizada por el miedo.
- Devuelve la flor- dijo el cóndor.
- No lo haré - dijo Amancay - la necesito para curar a Quintral.
- Ah, ya veo, parece que lo amas mucho- dijo el cóndor.
- Sí, lo amo demasiado. - respondió ella- Daría mi vida para poder salvarlo.
El cóndor se quedó pensando un largo rato, pero por fin se decidió y le dijo:
- Si tú lo amas tanto, me darás tu corazón a cambio de que yo le salve la vida.
Amancay quedó horrorizada ante la idea de ofrecerle su corazón a un cóndor, pero también sabía que, si no lo hacía, Quintral moriría. Aunque ella no pudiera casarse con él y no lo volviera a ver, después de pensar, decidió salvarle la vida. Con lágrimas en los ojos dijo:
- Te daré mi corazón. Prométeme que salvarás a Quintral - fue la respuesta de la joven.
El cóndor se abalanzó hacia ella, le clavó sus potentes garras en el pecho y salió volando hacia su nido con el corazón de Amancay, mientras teñía el camino con gotas de roja sangre.
En aquellos lugares regados por la sangre de Amancay, fue floreciendo una bellísima flor de varios pétalos teñidos con rojas gotas de sangre que habían sido derramadas en ofrenda por tan noble sentimiento. De esa manera, un mensaje de amor se pregona por todos los valles y montañas del lago Mascardi y el Nahuel Haupi.
Fin
espero que les guste
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La leyenda de Amancay
En la margen derecha del río el Manso vivía Quintral, el hijo de un cacique. Era un joven alto de unos 18 años. Tenía unos ojos azules grisáceos, tan oscuros como la piedra del Cerro Tronador, y un brillo que demostraba valentía; su cabello negro era como la tierra más fértil de la zona.
Un día, cuando estaba remontando el río Manso, vio a una hermosa joven llamada Amancay, cuyo cabello caía con una gracia sobre sus hombros; sus ojos eran del mismo color azul que el lago y su cuerpo era tan hermoso que Quintral pensó que era una diosa y se enamoró perdidamente de ella.
Amancay, al verlo, también quedó enamorada de él pero ella sabía que su amor era imposible porque ella provenía de una familia pobre. Vivía en un pequeño toldo junto con dos hermanos, tres hermanas y sus padres y subsistían gracias a sus cultivos y a los animales de que proporcionaban sus hermanos.
Una mañana Amancay fue a buscar agua al río. Cuando miró su reflejo en el agua tuvo una visión: una gran guerra en la aldea de Quintral y que uno de los enemigos le clavaba una flecha en la pierna a su amado. La joven corrió hacia su casa, tomó unas provisiones y se dirigió a la aldea de los Vuriloches. Cuando llegó, vio toda la aldea destruida y quemada y comenzó a buscar entre todos los cuerpo de los muertos y de los heridos. Después de un largo rato encontró a su muy amado Quintral. Al verlo se dio cuenta de que estaba gravemente herido en la pierna derecha; se recostó sobre su pecho y comenzó a llorar largamente..
Amancay estaba tan triste, que salió corriendo hacia bosque deseando que su vida terminara. Ya había caído la noche. Estaba muy oscuro porque la luna salía muy tarde y sólo podía ver con la luz de las estrellas. Los animales nocturnos salían a comer, los árboles parecían personas y el viento los movía como si estuvieran vivos. La muchacha estaba aterrada porque existía la creencia de que por las noches los espíritus salían a merodear por el bosque. Amancay estaba a punto de llegar a un claro cuando una lechuza, de un color grisáceo con manchas más oscuras en la panza, le pasó por encima de la cabeza. Decidió entonces quedarse en el claro a esperar su muerte para poder encontrarse con su amado Quintral. Amancay se aterrorizó al ver un par de ojos amarillentos, tan grandes como dos canicas. La joven y el animal, que salió de entre las sombras, estuvieron un rato mirándose. Recién entonces Amancay lo pudo ver bien y resultó ser un puma, de patas y cuerpo flacos. En ese momento Amancay pensó que su vida había llegado a su fin; estaba tan aterrada, que puso su cabeza entre los brazos y esperó pacientemente hasta que el puma atacara. Pero algo extraño pasó: cuando levantó la cabeza vio cómo del puma salía una nube de humo color púrpura. No podía dejar de mirar el misterioso humo que rodeaba al animal que, cuando se desvaneció por completo, le permitió observar que el puma se había transformado en una anciana de unos noventa años, con su cara arrugada que mostraba una pequeña sonrisa. Esto hizo que Amancay se sintiera segura, mientras trataba de comprender lo sucedido. En ese momento la anciana le dijo:
- Si quieres salvar al hijo del cacique de los Vuriloches, debes ir a la cima del cerro Tronador en busca de una rara flor que sólo crece en ese lugar.
- Está bien. Iré en busca de esa flor- dijo decidida la joven-
Amancay le agradeció a la anciana su ayuda y decidió quedarse a dormir en el claro para salir a primera hora mañana. Cuando amaneció, fue a buscar frutas y emprendió el duro viaje hacia el cerro Tronador. Luego de tres días y tres noches, sólo había recorrido la mitad del trayecto. En ese lugar abundaban las lagartijas y los pájaros, los árboles eran altos y la declinación del cerro era cada vez más empinada. Era el medio día cuando desde el costado del camino apareció una lagartija gigante. Medía tres metros desde la cabeza a la cola y sus escamas brillaban como el arco iris cuando los rayos de luz que atravesaban los árboles
la iluminaban. Amancay quedó en shock, tardo quince segundos en reaccionar y cuando finalmente lo logró, se le ocurrió hacer unas riendas con una rama y la soga que tenía atada en su cintura. Tardó un buen rato en conseguirlo pero al hacerlo se montó sobre ella y la utilizó de caballo hasta que llegó a la punta de la montaña. Cuando llegó, saltó de la lagartija, la que se fue rápidamente hacia el bosque.
La muchacha se dedicó a buscar la extraña flor. Al llegar a la cima encontró, al pie de una cascada, la preciada flor. Cuando estaba a punto de marcharse, miró hacia arriba y vio una extraña silueta sobre ella. La silueta bajaba formando círculos y cuando descendió y la tuvo a su alcance, Amancay descubrió que era un enorme cóndor de ocho metros de ancho entre sus alas, era completamente negro, a excepción de un collar blanco en el cuello y algunas líneas en sus alas, sus ojos de color rojo y amarillo como el fuego y tenía una mirada tan aterradora que la niña quedó paralizada por el miedo.
- Devuelve la flor- dijo el cóndor.
- No lo haré - dijo Amancay - la necesito para curar a Quintral.
- Ah, ya veo, parece que lo amas mucho- dijo el cóndor.
- Sí, lo amo demasiado. - respondió ella- Daría mi vida para poder salvarlo.
El cóndor se quedó pensando un largo rato, pero por fin se decidió y le dijo:
- Si tú lo amas tanto, me darás tu corazón a cambio de que yo le salve la vida.
Amancay quedó horrorizada ante la idea de ofrecerle su corazón a un cóndor, pero también sabía que, si no lo hacía, Quintral moriría. Aunque ella no pudiera casarse con él y no lo volviera a ver, después de pensar, decidió salvarle la vida. Con lágrimas en los ojos dijo:
- Te daré mi corazón. Prométeme que salvarás a Quintral - fue la respuesta de la joven.
El cóndor se abalanzó hacia ella, le clavó sus potentes garras en el pecho y salió volando hacia su nido con el corazón de Amancay, mientras teñía el camino con gotas de roja sangre.
En aquellos lugares regados por la sangre de Amancay, fue floreciendo una bellísima flor de varios pétalos teñidos con rojas gotas de sangre que habían sido derramadas en ofrenda por tan noble sentimiento. De esa manera, un mensaje de amor se pregona por todos los valles y montañas del lago Mascardi y el Nahuel Haupi.
Fin
Seni-chan- Mensajes : 28
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